5 / enero / 2023 Actualidad
En esta fiesta, la Iglesia celebra la manifestación (“epifanía”) de Cristo a las naciones paganas, en las personas de los Reyes Magos.
La Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. En ella, se celebra también la adoración de Jesús por parte de unos “magos” venidos de Oriente. En estos “magos”, representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación.
“Hoy los Reyes Magos miran con profundo asombro lo que ven: cielo en la tierra, tierra en el cielo, hombre en Dios, Dios en el hombre, aquel al que todo el universo no puede contener ahora encerrado en un cuerpo diminuto. Al mirar, creen y no cuestionan, como sus dones simbólicos dan testimonio: incienso para Dios, oro para un rey, mirra para quien va a morir”, reflexiona san Pedro Crisólogo sobre esta solemnidad.
La fiesta de la Epifanía es una de las más antiguas de la Iglesia, muy probablemente la segunda después de la Pascua. Se inició en Oriente y luego pasó a Occidente, alrededor del siglo IV.
En tiempos anteriores, esta fiesta combinó otras dos manifestaciones de Jesús como Dios: la que tuvo lugar en el Bautismo del Señor (manifestación a los judíos) y la de las bodas de Caná (manifestación a sus discípulos).
Los cristianos conmemoraban esas tres Epifanías en una misma fecha. En algunas iglesias orientales, incluso, le dieron a esta fiesta un carácter celebrativo del nacimiento de Cristo, pero este sentido se fue aminorando cuando se insertó la festividad romana de la Navidad, hacia el siglo IV.
En la Edad Media, la Epifanía poco a poco pasó a conocerse más como la fiesta de los Reyes Magos. Actualmente, la Iglesia Católica celebra las tres Epifanías en diferentes tiempos del calendario litúrgico.
¿Quiénes eran los “magos” de Oriente?
La palabra “magos” es de origen persa y se refiere a una clase de hombres que eran sacerdotes-científicos-filósofos reunidos en uno. Todas las sociedades antiguas tenían alguna clase intelectual que buscaba el conocimiento y la verdad, a pesar de que gran parte de los saberes que poseían estaba corrompido por el pecado y el error. Sin embargo, a través de los medios a los que estaban acostumbrados, como la lectura de “signos” en la naturaleza, Dios los condujo al conocimiento verdadero; en este caso, al conocimiento de Sí mismo y de Cristo.
Según la tradición, sus nombres eran Baltazar (de Arabia), Melchor (de Persia) y Gaspar (de la India), y trajeron al Niño Jesús oro, incienso y mirra. “Por el oro se distingue el poder de un rey, por el incienso el honor de Dios, por la mirra el entierro del cuerpo; y en consecuencia, le ofrecen oro como Rey, incienso como Dios, mirra como Hombre”, destaca san Juan Crisóstomo.
Este también es el origen de la tradición de dar regalos en la fiesta de la Epifanía, a imitación de los Reyes Magos, como vemos en Mateo 2,1-12. Aunque siempre debemos tener en cuenta que somos los destinatarios del don más grande: Cristo mismo y la salvación que Él proporciona.
“No basta con saber dónde nació Jesús, como hicieron los escribas, si no vamos allí. No basta con saber que nació Jesús, como Herodes, si no lo encontramos”, expresó el papa Francisco en la solemnidad de la Epifanía de 2019.
“Hoy se nos pide que imitemos a los magos. Sus acciones revelan un estrecho contacto con el Señor, una apertura radical hacia Él, un compromiso total con Él. Con Él, usan el lenguaje del amor, el mismo lenguaje que Jesús, aunque niño, ya habla. De hecho, los magos van al Señor no para recibir, sino para dar”, añadió.
¿Cómo celebramos el día de los Reyes Magos?
Hay muchas formas de celebrar la Epifanía, incluida la bendición de la casa o la entrega de regalos a los niños junto a los zapatos que dejaron la noche anterior. La mejor manera es participar en la liturgia, recibir el don de Cristo de sí mismo en la Sagrada Comunión y ofrecernos a Él a cambio.
En épocas pasadas, los sacerdotes solían visitar a sus feligreses durante la temporada navideña para bendecir sus hogares. Dado que esto es virtualmente imposible para la mayoría de los presbíteros hoy en día, idealmente el padre o cabeza de familia, rocía agua bendita en cada habitación de la casa y dice una oración de bendición, como esta:
Bendice, Señor, Dios todopoderoso, este hogar, para que en él haya salud, castidad, fuerza victoriosa, humildad, bondad y apacibilidad, obediencia a las leyes de Dios y acciones de gracias a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que esta bendición permanezca sobre esta casa y sobre todos los que la habitan. Por Cristo Nuestro Señor, Amén.
Normalmente, la bendición de la casa se combina con la bendición de la entrada a ella. Algunas iglesias proporcionan para ello a los feligreses tiza bendecida después de las misas de Epifanía. De lo contrario, los fieles pueden llevar una tiza a su parroquia, pidiendo al sacerdote que la bendiga.
Con la tiza bendecida, el sacerdote o cabeza de familia escribe el año y las iniciales CMB sobre la puerta como se ilustra para 2023: 20+C+M+B+23
Las iniciales tienen dos significados. Históricamente, se refieren a los nombres atribuidos tradicionalmente a los magos, Gaspar, Melchor y Baltasar. Espiritualmente, se refieren a la bendición misma, representada por la oración latina: “Christus mansionem benedicat” (Que Cristo bendiga esta casa); las cruces, por su parte, recuerdan nuestra salvación en Cristo.
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